(...) le gustaría quedarse sentado en este camino, con el cigarro en los labios, como los viejos. El viajero es aún muy joven (o al menos eso quisiera), pero a veces, como ahora, le gustaría ser viejo. Así no tendría que andar vagando de un lado a otro e podría quedarse para siempre aquí sentado, mirando pasar la vida, sin tener que andar todo el día persiguiéndola inúltimente.
Julio Llamazares, “Trás-os-Montes (un viaje portugués)”
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